miércoles, 27 de enero de 2010

Fragmento de "Como una muñeca rusa" : El despertar

Había estado 6 meses en coma. Mi familia había muerto. Mi hermosa mujer y mi preciosa hija estaban bien enterradas en el cementerio de Canterbury desde aquel fatídico 14 de Abril. La felicidad de unas vacaciones para escapar de nuestra ajetreada vida en Londres se había desvanecido cual fantasma en la niebla. No me quedaba nada, a excepción de las punzantes cicatrices que me hacían revivir lo sucedido y me recordaban constantemente quién era y lo que había hecho. Recuerdo que me pregunté por qué no había muerto yo también, pero, -ahora me doy cuenta-, aquel día morí con ellas y sólo quedó de mí un espectro errante colmado de culpa y desesperación.

Fui, durante años, vagabundo del pasado, un peatón más en las calles de una vida vacía, evocando cada instante ocurrido, impregnándome de ese feliz tormento que me recubría con sus agujas hirientes. Un joven muerto, un loco enamorado de su muerte, un asesino desolado que recordaba fervientemente la vida que ya no podía tener, pues merecía cada gramo de dolor con el que pudiera cargar. Yo, y sólo yo, era el culpable del terrible accidente que protagonizaba mis pesadillas noche tras noche.

Había estado tantas veces al borde del suicidio en los últimos 5 años que acabé por darme cuenta de que nunca podría hacerlo, pues aunque nunca me culparía lo suficiente como para sentirme perdonado, la muerte era la escapatoria, la vía fácil, y prefería vivir con un recuerdo muerto que morir como un cobarde sin valores.

Un día de iluminación cogí el coche y me dirigí a Canterbury. Dormí toda la noche sin interrupciones y al despertar me duché y me vestí, me afeité la barba que había dejado crecer durante todo aquel tiempo de luto y me corté el pelo de forma que mi apariencia no me doblara en edad, un peinado más acorde a mis 35 años.
Con el aire renovado, salí de la casa para dirigirme hacia la floristería más cercana, y después de comprar un narciso y una amapola, -las flores preferidas de mis dos amores-, me encaminé hacia el cementerio.
Lloraba como un niño antes siquiera de encontrar las lápidas que rezaban sus nombres. Me arrastraba ya cuando las divisé, justo al lado de un viejo roble.
Aquella escena me transmitió una paz sorprendente, pero no fui capaz de abandonar el cementerio hasta el anochecer. Sabía que no volvería en mucho, mucho tiempo, y debía soltar todos los demonios que llevaba dentro, vomitar las angustias de cinco años de soledad, acariciar todos los recuerdos por última vez para depositarlos en el fondo de un corazón vacío, y dejarlo allí, en la paz de aquel lugar, antes de marcharme.

Como una muñeca rusa,
Alba Esparza
2009

Nadja

Nadja y yo nos conocimos en el grupo de teatro del instituto, el primer día de clase de mi primer curso de bachillerato. La vi nada más poner un pie en el aula. Deslumbraba a todas las demás chicas de la habitación. Me observó con aquellos enormes ojos mientras entraba, mientras salvaba dando traspiés la distancia que me separaba del resto de los alumnos, mientras me sentaba nervioso, mientras comprobaba si todavía me miraba, mientras me sonrojaba… Sus ojos verdes emitían esa especie de emoción contenida que me dejaban sin respiración en cada impulso de devolverle la mirada. Su cabellera negra se escurría por sus hombros y su torso hasta la estrecha cintura, enredándose y desenredándose sus rizos a cada bocanada de aire que tomaba. Sus manos tostadas jugaban alegres con aquel collar de cuentas y con su pelo, mientras su sonrisa jugaba conmigo cual estrella fugaz que pasa ante los ojos de un soñador…
Al acabar la clase, se acercó a mí con una sonrisa radiante. Me tenía hechizado y lo sabía. No me dijo ni una sola palabra, y ambos nos quedamos mirándonos fascinados durante un intenso minuto. Después, como si hubiera estado escrito, nos tomamos de la mano y echamos a andar.
Como una muñeca rusa, Alba Esparza

martes, 26 de enero de 2010

Divagando en el jardín de atrás

Vengo de una estrella llamada Sol. Mi vida es vuestra muerte, sin mi existencia vuestros días están contados.
Toda muerte es vida en sí misma. Todo crece y muere sin más, sin embargo los hombres no teneis suficiente...
Parásitos de la Tierra, destructores de vidas ajenas con tal de alargar lo que entendeis por la vuestra... Ignorantes, sólo traeis la destrucción con aquello que llamais progreso. Bastardos, la evolución no reside en la alienación sino en la armonía del universo, sólo sois una fútil pieza pudriente del significado del todo, cegada por su propio porvenir...

jueves, 14 de enero de 2010

Nostalgia - Yozoh
http://www.youtube.com/watch?v=ISz-RZXZaLE

Necesitaba compartir un momento tan lleno.
Creo que poco a poco aprendo a convivir con mi soledad. A no sentirme vacía, sino a sentir, a escucharme. Aquí, ahora. A querer a la nostalgia. Desear que no entre nadie por la puerta, mirar hacia ninguna parte, hacia dentro. Sentirme sola, llena.