miércoles, 27 de enero de 2010

Nadja

Nadja y yo nos conocimos en el grupo de teatro del instituto, el primer día de clase de mi primer curso de bachillerato. La vi nada más poner un pie en el aula. Deslumbraba a todas las demás chicas de la habitación. Me observó con aquellos enormes ojos mientras entraba, mientras salvaba dando traspiés la distancia que me separaba del resto de los alumnos, mientras me sentaba nervioso, mientras comprobaba si todavía me miraba, mientras me sonrojaba… Sus ojos verdes emitían esa especie de emoción contenida que me dejaban sin respiración en cada impulso de devolverle la mirada. Su cabellera negra se escurría por sus hombros y su torso hasta la estrecha cintura, enredándose y desenredándose sus rizos a cada bocanada de aire que tomaba. Sus manos tostadas jugaban alegres con aquel collar de cuentas y con su pelo, mientras su sonrisa jugaba conmigo cual estrella fugaz que pasa ante los ojos de un soñador…
Al acabar la clase, se acercó a mí con una sonrisa radiante. Me tenía hechizado y lo sabía. No me dijo ni una sola palabra, y ambos nos quedamos mirándonos fascinados durante un intenso minuto. Después, como si hubiera estado escrito, nos tomamos de la mano y echamos a andar.
Como una muñeca rusa, Alba Esparza

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